No es un tema emblemático en la historia de Astor Piazzolla, pero sí se podría afirmar de “500 Motivaciones” (“el título obedece a sus 500 compases”, dijo en su momento el mismo Astor), que es una obra crucial tratándose de su vida y obra musical.
Para situar el momento de la composición de Astor Piazzolla, voy a “robar” material de un libro, lo que tiene mucha gracia porque soy yo mismo víctima y victimario. Esto se puede leer en “Astor Piazzolla. A Manera de Memorias”, de Natalio Gorin, páginas 181/2 Edición Perfil Libros año 1998.
“(…) Eran tiempos de del Octeto Electrónico, de la búsqueda de un público joven, de una conferencia de prensa donde se iba a anunciar un gran concierto en el Gran Rex, fijado para el 3 de diciembre de 1976.
Piazzolla no era adicto a los grandes teatros y menos por entonces. Solo se había animado a actuar con el Quinteto en el Regina, una coqueta y pequeña sala enclavada en la zona más elegante de la Avenida Santa Fe. Tenía sus razones. En Buenos Aires, su público no le daba ilusiones multitudinarias.
Eran días de renovación y cambio. A manera de una confluencia musical, Luis Alberto Spinetta y el tecladista Gustavo Moreto (director de un conjunto llamado Alas) miraban hacia el tango desde la vereda del rock.
En la de enfrente, la fusión tango-rock parecía posible con estos nombres: Astor Piazzolla, Rodolfo Mederos y Daniel Binelli.
El movimiento era la versión nativa de uno originado en los Estados Unidos, el jazz-rock, uno de cuyos representantes más notorios era Chick Corea, fundador del grupo Retur To Forever, que incluía a dos excelentes músicos: Al Di Meola y Stanley Clarke. En la misma línea ya militaba el mítico Miles Davis, después de haber hecho el mejor jazz de los últimos 50 años.
En esa conferencia de prensa le presenté un colega a Astor, muy pibe élm especializado y amante del rock, que le preguntó entre otras cosas porque no tocaba “Escolaso”, un tema (le dijo con autoridad y desenfado) que tenía onda rockera. Astor, que siempre fue más rápido que la luz, no dijo nada, pero por un segundo se le encendieron los ojos. Noches despuès, frente a un Gran Rex repleto, vendido a precios populares, que volaba en calentura musical, reapareció “Escolaso” en los atriles, en la posición de primer bis.
Aquella fue una velada especial para Astor, y estuvo muy cerca de convertirse en una bisagra de su vida artística. Pero no se animó. Pensó, vio, intuyó, que era un salto al vacío, Y eligió quedarse de este lado de la frontera (del tango).
Para ese recital Piazzolla había escrito “500 Motivaciones”, un tema que tocó esa noche por primera y única vez en Buenos Aires (hubo una audición anterior en una gira que realizó ese mismo Octeto por Brasil) y donde ni siquiera el bandoneón (también por primera vez para sus fans argentinos) lograba acercarlo a los aires tangueros. A tal punto había llegado su audacia incursionando en el país del rock. Se había puesto la calavera en el pecho, dispuesto a romper todo, pero caída la primera vidriera, frente al impacto y el ruido, decidió esconder las piedras para siempre.
Me contaría muchos años después, en marzo de 1990, en Punta del Este, que fueron los franceses quienes abortaron su idea, los que lo convencieron de que el verdadero Piazzolla estaba en el Quinteto, no en la experiencia electrónica.
No solo los franceses. Después del Gran Rex, como tantas otras veces, Astor quiso conocer la opinión de la banda adicta. Quito González Azcona y yo (creo que no fuimos los únicos) le dijimos que lo mejor de la noche había sido el nuevo arreglo de “Adiós Nonino”, tal era la confusión desatada ante la gran noviedad: “500 Motivaciones”. De esa confusión participaba el mismo Astor.
Ese bueno consignar aquí que ese arreglo de “Adiós Nonino”, el mismo que se escucha en Olimpia ’77 (ver discografía) grabado en vivo en París con otros músicos, tiene muchos votos a la hora de elegir la mejor versión piazzollera de el tema más emblemático de su obra.
¿Hasta dónde pudo haber avanzado ese Octeto Electrónico?
¿Quiso Astor Piazzolla ser músico de multitudes de jóvenes y convertirse en un abanderado de la fusión tango-rock en la Argentina?
¿Lo asustó la aventura?
Talento para ir en esa dirección el sobraba. Pero también tenía un compromiso frente a un Piazzolla cuya formación le había llevado la vida. Ya no era un pibe y “500 Motivaciones era un camino desconocido. No le quiso decir otra vez adiós a Nonino…
Alguna vez le pregunté a Astor por el final de “Concierto para bandoneón y orquesta”, donde de pronto desaparecen los trazos eruditos y emerge canyengue e imprevisible un tango bailable, que es su propio “Flaco Aroldi”, y me contestó: “La verdad, no sabía como terminarlo y entonces me dije, le meto un tango, para que sepan los clásico que cuando quiero escribo como ellos y cuando quiero hago lo mío”.
Lo de “500 Motivaciones” tuvo un espíritu parecido, asomaba el provocador de siempre: “Yo puedo tocar y escribir como Chick Corea, a ver si Chick Corea es capaz de escribir y tocar como Astor Piazzolla”.
Y fue esa noche del Gran Rex cuando Astor congeló su romance con los jóvenes enrolados en la fusión. Y por ello debió pagar culpas. Algunos sectores de esa onda rockera (la generación de Spinetta y Charlie García) nunca le perdonaron el renuncio. Astor había jugado con sus expectativas y sentimientos. De buena o de mala fe. Ese secreto nunca lo relevó. La verdad, en este caso, solo se puede sospechar” (…)
Casi una década después, en febrero de 1985, en el web del Ensamble se puede leer esta historia,. relatada por uno de sus participantes, Fernando Egozcue.
“Atilio Talín, representante de Astor Piazzolla, nos comunica que a Astor le había gustado mucho nuestro casete. Había pasado un año del multitudinario concierto de Piazzolla y su Quinteto, donde entre apretujones y gritos alcanzamos a darle nuestro material, una producción independiente, música de la Ciudad de Buenos Aires, 1983. A los pocos días de aquel llamado ya estábamos (fuimos Andy Aergerter y yo) en la casa de Piazzolla. En un momento Astor se levanta y vuelve con el master original de ‘500 Motivaciones’, y nos dice: ‘se los regalo, hagan lo que quieran’. Increíble. Pasó un tiempo hasta que lo pudimos entenderlo; un temazo, escrito en París en 1976 para el Octeto Electrónico. Pasaron algunos años, hasta 1990, recién entonces pudimos grabar ese regalo de Dios”.
¿Por qué Aegerter y Egozcue fueron los destinatarios de ese original? No se busque en ello ideas testamentarias, un deporte en boga en la música de Buenos Aires de estos días, cuando el nuevo siglo apenas dobló la página. Son varios los apellidos mediocres (me refiero a la música) que han querido acreditarse tal intención. Sería bueno y es hora de notificar a esos personajes que los únicos herederos de Piazzolla, en el mundo todo y en la Argentina en particular, son los buenos oídos y el buen gusto musical. Es posible, en cambio, que Piazzolla haya registrado en Nuevos Aires algo de aquello que imaginó, desarrolló y luego abandonó tras la experiencia del Octeto Electrónico; esto es que el camino de la fusión era posible aunque él (Piazzolla), no fuera el abanderado.
El tiempo pasa. En 1990 vio la luz la primera grabación de “500 Motivaciones”, gracias a Nuevos Aires (entonces un cuarteto de guitarra, piano y teclados, bajo y batería y percusión), con Néstor Marconi (bandoneón) como invitado especial. Nombre del disco (LP): “De este lado del mundo”, sello Melopea.
El tiempo pasa, y también esta vez una década. En el 2000 Ceyba Music (Madrid, España), lanza un CD que tiene como título la obra que nos ocupa. Pero a los artistas ahora los reúne otro rubro,. el Ensamble Nuevo Tango, que presenta una sorprendente y atractiva formación instrumental; a saber: Ara Malikian (violín) Ezekiel Lezama (oboe), Fernando Egozcue (guitarra y arreglos), Oscar Grossi (cello), Miguel Rodríguez (contrabajo), Laura Pedreira (piano), Andy Aegerter (percusión y batería).
El tiempo pasa. Con cierto retraso y gracias a Jorge Pessinis, un compinche del Astor Piazzolla Mailing, me pude cruzar con el disco. Y escucharlo. No sé de que estaba hecho aquel Nuevos Aires, pero si puedo contar que el Ensamble Nuevo Tango produce la mejor de las sensaciones: el reencuentro con todo el color y la hondura que tenía (y tiene) “500 Motivaciones”, esta vez sin bandoneón. Además, el hallazgo de un septeto, este que tiene a Egozcue y Lezama como líderes y que avanza con una propuesta original en tiempos en que la globalización parece fagocitarse toda inquietud cuando se quiere ser distinto.
¿Será por eso que Piazzolla emerge a esta altura de la historia musical como él último transgresor? Acaso sea esta la razón prioritaria y valedera, la que ejerce fascinación sobre los grandes intérpretes como Yo Yo Ma o Gidón Kremer, solo para nombrar a dos contemporáneos ilustres
Este CD del Ensamble Nuevo Tango que me llevó a conocer a Egozcue a la distancia (ver su carta) lo recomiendo desde el sentimiento, más allá de todo raciocinio. Hay música fuerte en los diez temas que incluye, cuatro de Piazzolla (“Invierno porteño”, “Verano porteño”, “Adiós Nonino”, “500 Motivaciones”), en los cinco de Egozcue (“Viejos aires”, “Agua y vino”, “Ser dos”, “Tango en silencio”, “Lejos”, y uno de Oscar Grossi ( “Ultimo tango en Madrid”). La exposición de títulos y autoría muestra una apuesta fuerte: tocar a Piazzolla e intercalar temas propios habla de grandes convicciones musicales y audacia. El Ensamble tiene perfume a Buenos Aires, mas allá de ser una selección hispano-argentina. Es la fuerza que le imprime Egozcue como arreglador de todo el disco, argentino él, como Lezama, Aergeter, Laura Pedreira y Grossi, este último fallecido en un accidente en las carreteras españolas.
El que busque tango en estado de pureza en este Ensamble está perdido. Si quiere sentirse extrapolado (en parte) a aquella idea piazzollera del Octeto Electrónico, algo va a encontrar, por lo menos en espíritu. En esta oferta, que es acústica para no caer en imitaciones peligrosas, hay sorpresas varias, hasta un “Ultimo tango en Madrid” que es casi una segunda parte del “Ultimo tango en París” (Gato Barbieri). Me alegra haber descubierto este disco. ¿Cómo se dice en estos casos? ¡Ah! “Mejor tarde que nunca”.
Firmado por: Javier Blanco.