A los 76 años y luego de 6 décadas de batallar A los 76 años y luego de 6 décadas de batallar escenarios, Leopoldo Federico confiesa que al fin le tomó el gusto a los estudios de grabación y que anhela volver a tocar junto a la orquesta que acompañó a Julio Sosa. Un mano a mano con uno de los máximos exponentes del bandoneón, que está a punto de girar por Japón.
Desde las oficinas céntricas de la Asociación Argentina de Intérpretes, entidad que preside hace 17 años, Leopoldo Federico abre bien grande los ojos y comunica con el alma.
Con su mezlca de honestidad brutal y humildad, el bandoneonista se entusiasma hablando de sus proyectos. Tiene varios. Sorprende: no se puede decir que es un regreso, pero sí que se trata de un rapto de intensa actividad para un músico que a los 76 años, y tras algunos problemas de salud, maneja su agenda sin ningún tipo de prisa. “Después de una vida de más de 60 años de estar con esto, la verdad es que no tengo ganas de hacer un concierto por una promoción. Ya basta con eso”, explica.
Primero, se va con su orquesta a Japón. Desde el 29 de noviembre lo espera una gira de un mes que cerrará en Tokio. Se agregarán tres fueyes nipones, entre ellos el célebre Ryota Komatsu. Leopoldo juega de local en esa lejanía: ya van más de seis giras desde la primera que realizó en 1976. De hecho, buena parte de los afiches que tapizan su oficina son publicidades de sus shows en dificultosa lengua oriental. Y, vaya promoción, la gira está anunciada como la última de Leopoldo Federico a Japón.
“Yo con el empresario quedé en que lo promueva como una despedida mía de Japón porque no tengo 20 años. Pero no estoy firmando ningún papel donde diga que no voy nunca más. Si mañana aparece alguien y yo me siento bien, no defraudo a nadie. El quiere hacer ese tipo de publicidad y yo lo autorizo. Creo que es lo lógico”.
– ¿Le gusta la vida de gira?
– Cuando uno llega a Japón siente que fue a vivir a otro planeta. Por muchas cosas. Yo no digo que no haya delincuentes allá. Pero nosotros vivimos en otro clima, es como que nos borramos del mundo por ese mes. Ojo, en la primera gira nos pasamos 3 meses viajando en micro, balsa, barco, avión. Tengo anotado un concierto después de viajar 27 horas. Les decía a los muchachos: “Yo hice el servicio militar y esto debe ser lo más parecido que hay.”
– ¿Entonces la idea del retiro está lejos?
– Del definitivo, sí. Yo siempre me pregunté una cosa: el día que lleguen las finales, ¿el bandoneón me deja a mí o yo lo dejo al bandoneón? Tengo una duda con eso.
– Si bien siempre defiende la orquesta, ¿por qué lo vemos tan poco en vivo?
– Porque no hay posibilidad de moverse. Es muy lindo ir a tocar pero para cobrar tenés que esperar 3 ó 4 meses. Y tiene que coincidir eso con los tiempos de los músicos. Contando al cantor, a Japón viajamos diez. Son tres bandoneones y tienen que ser cuatro, siguiendo la tradición. Voy con tres violines y tendrían que ser cuatro. Lo menos que se puede pedir son cuatro bandoneones y cuatro violines, viola, cello, piano y bajo. Es un problema enteramente económico. Ahora me quieren llevar a Tucumán, pero son 10 pasajes de avión y se hace cuesta arriba. Hay pibes que van a promocionarse y hacen muy bien. Yo no tengo ganas. Te digo la verdad.
Además del concierto del miércoles 1 de octubre, celebrando el tercer aniversario de La 2×4 en el Centro Cultural San Martín, Leopoldo tiene otra cita con el tango: el 31 de octubre cierra el ciclo organizado por Clarín en el Luna Park junto a Raúl Garello y Juan Carlos Copes. ¿Leopoldo en todos lados? Parece que sí. Y además, tarde pero seguro, confiesa que le tomó el gusto a los estudios de grabación.
”Lo que me gusta hacer ahora es algo que odié toda mi vida. Siempre me fue pesado repetir la toma. Soy muy ansioso.
Si algo sale mal, pido que no hagamos otra toma. Sobre todo cuando grabo como invitado. Pienso: -Qué hincha bolas este tipo, repetir una toma por una cosita-. Así soy también con lo mío. Pero ahora me gusta el estudio. Lo que antes me disgustaba, ahora me da tranquilidad: si algo sale mal, hacemos otra toma”.
– ¿Y va a grabar?
– En noviembre empezamos a registrar un disco producido por Gustavo Santaolalla. Toco dos tangos míos con arreglos propios junto a una orquesta con Atilio Stampone en piano, Fernando Suárez Paz conduciendo la sección de cuerdas y Héctor Console en contrabajo. Pero a la vez tocaré “El Marne” con Stampone. Y después voy a grabar “La llamo silbando” y “Aquellos tangos camperos” con Horacio Salgán, Ubaldo De Lío, Suárez Paz y Console. Y también “A Don Agustín Bardi” y “Del 1 al 5” en trío con Horacio Salgán y Ubaldo De Lío.
– ¿No teme quedar encasillado como una reliquia?
– Sabés lo que pasa: acá si nos equivocamos, nos equivocamos Salgán, (Carlos) García, Stampone, yo, los sobrevivientes del tango. También me daría bronca que el disco salga y me diga: – Puta, yo podría haber estado-. Después tenés otra cosa: sale algo y tus familiares te preguntan por qué no estás ahí. ¿Y yo qué les digo? ¿No fui porque pensé que iba a ser tal cosa?. Así que, si lo puedo hacer, lo hago. Se graba en noviembre antes de ir a Japón.
– ¿Siente que cuidó su carrera: los lugares en los que tocó y los músicos que convocó?
– En general sí. Cuando estoy con otros profesionales pido que me traten igual que ellos. Y este asunto con Ledesma (Nicolás, pianista de su orquesta) me dio una inyección en los últimos años. Porque si no lo tenía a él en el piano estable no caminaba.
– ¿Ensaya todos los días?
– Noooo, no existo. Yo tengo problemas de columna, de artrosis y tuve una coronaria tapada. El otro día vino el médico y me dijo: – Quiere que le dé un remedio para que se sienta bien siempre: toque todos los días-.
– ¿Le hizo caso?
– No, para nada.
Un ejercicio venturoso pero algo errático resulta leer los sobres internos de los discos en los que Leopoldo Federico se desvive en elogios hacia los músicos más jóvenes. Lo ha hecho con El Arranque, Sonia Possetti y Nicolás Ledesma. Se puede pensar que su onda positiva se proyecta sobre todos los nuevitos en la cancha. Pero no.
– ¿Hay una transmisión entre las leyendas y los músicos que empiezan?
– Yo si te tengo que hablar de músicos como Ledesma y (el bandoneonista Horacio) Romo, sí.
Ellos quieren tomar un camino a partir de lo que hicieron los grandes. Porque eso es indestructible. Vos no podés decir que Salgán fue. Está presente. Aunque está más presente Piazzolla que las otras expresiones de tango. Después hay otros que tocan bien, tienen facilidad técnica, pero yo me pregunto: -¿Adónde van?-. No me dejan nada. Hay mucha gente que toca fenómeno pero no sabés si tocan imitando a otro. No es creatividad.
– ¿Piensa que demasiada gente se vuelca a Piazzolla para empezar a estudiar?
– Hay dos cosas de las que la gente nueva abusa: seguir lo de Piazzolla con un repertorio que lo toca todo el mundo y con los mismos arreglos que recrean todos. Lo tocan fenómeno, pero ya lo hicieron Antonio Agri, Suárez Paz, etc. Y la otra onda es la de Pugliese: hay un montón de orquestas que tienen ese estilo que es maravilloso, pero, otra vez, ¿dónde quieren llegar?
– ¿Qué les recomendaría?
– Las costumbres han cambiado. En la época nuestra, un director, una orquesta, un conjunto para llegar al disco tenía que poseer una carrera de lucha y de éxito. El premio final era grabar. Ahora es al revés: todavía no sos nada y ya tenés el disco en la mano. Entonces todo el mundo lo tiene y se produce una saturación de cosas.
Segunda parte de la entrevista.