La actitud era consecuente con ese ideario digno de admirar en Astor Piazzolla, que va más allá de su formidable epopeya musical. Tenía que ver con su moral artística. Es un episodio de su vida que lo pinta en cuerpo y alma. Fue aquel cruce con Carlos Gardel en New York en 1934, a instancias de su padre (Vicente, “Nonino”).
Astor no tenía la más mínima idea de quien era Gardel y además era un adolescente de 13 años. A partir de ese encuentro se convirtió en cicerone de tiendas, traductor y algunas veces hasta su acompañante con el bandoneón. De ahí la anécdota en forma de frase, la noche que Gardel le dijo: “pibe, vos tocás el fueye como un gallego”; lo que no era un elogio. El hecho que los reunió para siempre quedó grabado en una foto histórica, tomada en la filmación de “El día que me quieras”, donde aparecen Gardel, Tito Lusiardo y un Astor con una gorra atorrante haciendo un pequeño papel de vendedor de diarios. Por una imagen de esas muchos pero muchos músicos y cantantes del tango, con el correr tiempo y por el gigantesco aumentar del mito gardeliano, hubieran dado años de vida (sin exageración) para usufructuar el episodio. Piazzolla, muy por el contrario, siempre le dio el valor que tenía, anecdótico. Punto. Y era Gardel, nada más ni nada menos que la figura emblemática más importante de todos los tiempos del tango-canción, en la Argentina y en el mundo.
Algo similar, salvando hoy (¿alguien sabe de qué estará hecho el mañana?) enormes distancias artísticas, se percibe en Marcelo Nisinman, nacido en Buenos Aires un 21 de diciembre de 1970, músico, también bandoneonista. Tiene muchas fotos junto a Piazzolla pero además y, en especial, recuerdos y la sensación de haber sido algo más que el receptor de un par de consejos (como si no fuera difícil de por sí el tocar y todo lo relacionado con el tango).
Nisinman fue el único y mejor alumno de un Piazzolla que a su vez no escapó a ese extraño destino de los artistas muy grandes, sean futbolistas famosos como Pelé o Maradona, grandes líderes de la historia política universal o como en este caso, músicos: no son grandes maestros en el sentido literal de la palabra. Nisinman sería a Piazzolla (también se podría expresar a la inversa) la excepción a la regla. Por suerte, como el episodio que unió a Gardel con un pibe argentino que vivía con sus padres en Mar del Plata, Nisinman (ver su texto) no busca su destino a la sombra de otro gigante.