Aurelio “Lito” Filipini, de 77 años, puede decir con orgullo, igual que su señora, Delia Nasra (71), que el título de campeón metropolitano de tango está bien guardado en casa.
Allí, en Munro, donde también funciona una suerte de museo tanguero privado, con fotos, objetos, recortes y discos, la esencia del baile se recorta con el agregado del éxito competitivo.
El año pasado, en la segunda edición del Campeonato Metropolitano, los Filipini obtuvieron el primer puesto.
Desde entonces, todos los miran con otros ojos. “Nos llamaron de todos lados, inclusive del exterior”, admite Lito, que añade: “pero ojo, que nosotros llevamos 40 años bailando juntos. Tenemos mucha pista en cada paso”.
Filipini bucea brevemente en la memoria para desandar el camino de aquella consagración: “participamos en La Baldosa. Después de ganar ahí, pasamos a la Federación de Box. Primero éramos 30, después 17, al final, 10. Pero ya en la Federación de Box, teníamos la sensación de que íbamos a ganar. En La Baldosa ganamos por el aplauso de la gente, aunque el jurado había votado a otra pareja más joven”. Aunque los Filipini participaron luego de la final del Mundial, admiten que el Metropolitano es muy especial: “En el Metropolitano hay mejor nivel, tenés 200 bailarines de primera línea. El que hay que ganar es el torneo de Buenos Aires. El Mundial es otra cosa”.
Don Lito se considera bailarín de raza. “Lo que nosotros hacemos es el baile de los años 40. Aprendimos de jóvenes. Y el tango es uno solo: lo fácil es muy difícil. No es para exhibicionistas. Como vivimos de otra cosa, no necesitamos hacer pavadas para que nos den trabajo. El tango se siente o no se siente. Pero seguro que se siente mucho más en Buenos Aires”.