La cantante Nancy Gonzales tiene grabados apenas dos discos (“Entre sueños” en 1997 y “Tal vez será su voz”, de 2002), pero esta austeridad discográfica no debe asimilarse a la idea de una suerte de ociosidad creativa. Por el contrario, sus diez años de vinculación con el tango han dado cuenta de una actividad notable, en el país y en el exterior. Más que en la acumulación de reconocimientos de la industria y contratos millonarios, el carácter “notable” de su trayectoria hay que buscarlo en la construcción, lenta y sostenida, del prestigio que hoy acompaña su nombre. Este viernes 14 de octubre lo certificará en La Trastienda (Balcarce 460) cuando festeje, precisamente, “Diez años con el tango”. Allí, junto con Daniel Godfrid (piano), Damián Eselesky (guitarra), Ramiro Gallo (violín) y Gabriel Rivano (bandoneón) recorrerá temas de su discografía ( “Me enamoré una vez”, “Vida mía”, “Fruta amarga”, “Nido gaucho”, “Apología tanguera”, “Yuyo verde”, entre otros) y canciones de Chico Buarque o el Tata Cedrón, que también definen la búsqueda heterodoxa de esta soprano, nutrida medularmente con los sonidos de aquella guardia vieja tanguera.
En la entrevista que (nos) concedió a Tango Es Arte junto a su guitarrista Damián, Nancy cuenta de un reciente viaje por Alemania (además, allí vive su hermano Luis) donde se ha ganado un público muy receptivo. “Es interesante lo que ocurre en Alemania. Porque yo comprobé que hay dos tipos de público: uno demandante y otro receptor. El alemán es un público receptor, es decir, se sienta a escuchar qué tiene una para darle. Yo puedo hacer lo que se me antoje. Después, claro, la respuesta de la gente es buena en la medida de que una haga las cosas bien. Acá en la Argentina hay como una especie de libertad condicionante. Yo me tomo todas las libertades que puedo, pero sé que es distinto el modo en que serán recibidas.
–¿Cuáles serían esas libertades?
–Por ejemplo hacer cosas del Tata Cedrón, que todavía no entiendo cómo no las había hecho antes, y versionar “Retrato en branco e preto”, de Chico Buarque y Tom Jobim. Son cosas que yo las tomo como naturales, porque más que una cantante de tango, yo soy una cantante.
–Es probable que para las nuevas generaciones, esas “libertades” ya estén naturalizadas, porque forman parte de un repertorio de música popular que es prácticamente común a todos…
–Eso es cierto, y además, tengo la suerte de tener un público que es sensible a mi propuesta. Aunque una tiene varios públicos distintos, según las circunstancias. Por ejemplo, cuando hay eventos gratuitos viene gente mayor. Van porque es gratis, pero también me doy cuenta de que me vienen a ver a mí, porque están siempre, cada vez que actúo. Y después tengo un público diríamos “específico”, mío, que es curiosamente muy variado. Hay gente grande, treintipicos que vienen del rock, algunos jóvenes. Pero todavía la palabra “tango” sigue siendo condicionante para muchos. Ojo que para mí también lo es. Porque una se maneja en una especie de dualidad. Por un lado hago un trabajo muy respetuoso y purista del repertorio, y por el otro necesito un margen de movimiento que el tango no siempre te lo da.
–¿Y qué predomina a la hora de elegir el repertorio?
–En mi caso siempre predominó la curiosidad. Me fui acercando a distintas épocas del tango, a distintas cantantes, por curiosidad. Porque a diferencia de las cantantes de antes, yo no entré al mundo del tango sabiéndolo todo. Fui aprendiendo a medida que iba haciendo las cosas.
–¿No había en vos una cultura de tango preexistente, vinculada con lo familiar?
–Sí, pero seguramente la incorporé en forma inconsciente. A veces una reconoce sonidos, ambientes, colores, olores y eso es lo que se espera encontrar cuando va a encontrarse con una canción para interpretarla, una identificación con aquellas sensaciones. Pero no siempre se da así. Es muy común que a la hora de enfrentarse a una canción, ésta no diga lo mismo que una sintió, y que no tenga mucho que ver con las sensaciones que antes estimulaba. Una no siempre canta lo que dice la letra de una canción.
–Eso tal vez sea lo que permita que aquellas canciones puedan seguir siendo cantadas…
–Puede ser, porque hoy el tango permite resignificar la palabra, lo que lo convierte en un juego interesante. Por ejemplo, yo creía que nunca iba a poder cantar “Volver”. Sentía que no tenía nada que ver conmigo, con el presente, con nuestras vidas. Pero un día me puse a leer un libro, “El tren de la victoria”, de Cristina Zucker, en el que el protagonista realiza en tiempos de la dictadura un regreso furtivo a Buenos Aires y hace una revisión interna de la ciudad que dejó y de la ciudad con la que se encontró y le parece tan ajena en un punto. ¿Cómo “Volver” no va a tener nuevos sentidos? Una podría escribir su propia historia a través de canciones que fueron escritas hace 70 años. Lo curioso es que el que te está escuchando, a su vez, está escribiendo la suya, que seguramente es muy distinta.
–Si la clave está en la identificación personal, es lógico que en un momento el rock haya canalizado esa búsqueda de sentido.
–Bueno, pero porque el tango empezó a vaciarse de significado, hubo un tiempo en que sólo quedó la cáscara del tango, porque no supo estar a tono con lo que las nuevas generaciones pedían. Es natural la identificación con el rock. Hay letras de Los Piojos, o de Spinetta que tienen más tango que muchos tangos convencionales. “Laura Va” es un tango, aunque formalmente no lo sea.
–Vos cantás habitualmente en Madero Tango, donde van muchos turistas. ¿El tango for export no se vacía de significado para que sea consumido en su estereotipo?
–Mirá, yo soy un poco testaruda. Trato de ser lo menos condescendiente posible. Nunca pensé que la dinámica de mis shows pudiera cambiar según estuviera cantando para turistas o para porteños conocedores. Y en ese sentido tengo que reconocer que Madero Tango es una propuesta distinta. Son muy cuidadosos con la propuesta artística. Porque también hay un prejuicio. Pareciera que el turista es un tarado que viene a Buenos Aires a ver serpentinas y papelitos de colores. Y no es así. También cuando una viaja se encuentra con la postal for export en todos lados, pero de la curiosidad que se tenga dependerá que se encuentre con propuestas distintas. No hay que ser condescendiente porque así nos estaríamos mintiéndonos a nosotros mismos.